miércoles, 24 de diciembre de 2025

NOCHEBUENA A


Hoy celebramos la Natividad del Señor. El profeta señala que el pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. El niño que los pastores son capaces de reconocer, acostado en un pesebre y envuelto en pañales. Signos humanos para acoger al Dios que ha venido a hacernos divinos. Hoy es el día de la liberación, la salvación que llega por la misericordia y amor infinitos de Dios, que aunque no merecemos tan gran amor, y precisamente porque no lo merecemos, Él nos lo regala. Y nos invita en san Pablo a acoger este don llevando una vida que manifieste en el mundo su gloriosa salvación. Seamos buenos y confiemos en Dios, que se ha Encarnado para llevarnos con Él a la Gloria. 



1ª Lectura (2Sam 7,1-5.8b-12.14a.16): Cuando el rey David se asentó en su casa y el Señor le hubo dado reposo de todos sus enemigos de alrededor, dijo al profeta Natán: «Mira, yo habito en una casa de cedro, mientras el Arca de Dios habita en una tienda». Natán dijo al rey: «Ve y haz lo que desea tu corazón, pues el Señor está contigo».

Aquella noche vino esta palabra del Señor a Natán: «Ve y habla a mi siervo David: ‘Así dice el Señor: ¿Tú me va a construir una casa para morada mía? Yo te tomé del pastizal, de andar tras el rebaño, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. He estado a tu lado por donde quiera que has ido, he suprimido a todos tus enemigos ante ti y te he hecho tan famoso como los grandes de la tierra. Dispondré un lugar para mi pueblo Israel y lo plantaré para que resida en él sin que lo inquieten, ni le hagan más daño los malvados, como antaño, cuando nombraba jueces sobre mi pueblo Israel. A ti te he dado reposo de todos tus enemigos. Pues bien, el Señor te anuncia que te va a edificar una casa. En efecto, cuando se cumplan tus días y reposes con tus padres, yo suscitaré descendencia tuya después de ti. Al que salga de tus entrañas le afirmaré su reino. Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino se mantendrán siempre firmes ante mí; tu trono durará para siempre’».


Salmo responsorial: 88

R/. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.

Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades. Porque dijiste: «La misericordia es un edificio eterno», más que el cielo has afianzado tu fidelidad.

«Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David, mi siervo: Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para todas las edades».

«Él me invocará: “Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora”; le mantendré eternamente mi favor, y mí alianza con él será estable».


Versículo antes del Evangelio: Aleluya. Sol refulgente de justicia y esplendor de la luz eterna, ven a iluminar a los que yacen en las tinieblas y en las sombras de la muerte. Aleluya.


Texto del Evangelio (Lc 1, 67-79): En aquel tiempo, Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo: «Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odiaban haciendo misericordia a nuestros padres y recordando su santa alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de Él todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz».




Zacarías da gracias, bendice a Dios... Te invito hoy, a pocas horas de comenzar la Navidad, a rezar despacio con sus palabras, preparando así su venida:

Sol que naces de lo alto sin querer quedarte arriba. Luz que brillas en el cielo para hacer crecer la vida. Vuelve a nuestro mundo soñoliento la paz que le es robada sin saberlo, la sed del que marcha hacia una meta y el hambre insaciable de querer ser más pequeños.

Danos tu amor inmenso y encendido para deshacer el hielo del olvido y la ceguera que reinan lejos del pesebre. Y empezar así, como recién nacidos, a aprenderlo todo, todo de nuevo: las palabras, los silencios, los deseos y los miedos de la gente.

Villancicos que traéis su fiel recuerdo, estrellas que alumbráis en la noche su presencia, enseñadnos el surco profundo y extenso en que la vida de Dios se va forjando libremente: más humana, más cercana, más fraterna.

Y despertad en nosotros el deseo apasionado de acogerla entre los brazos, de sentir sus balbuceos, de alimentar en su mirada nuestros más endebles sueños.

¡Ven, Señor Jesús!

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