Buenos días. Es viernes y las lecturas hoy nos presentan la fe. Para que Dios actúe en nuestras vidas nos pide fe, confianza en su voluntad y esperanza en que aunque existe el mal, este será vencido. Por eso el profeta Isaías dice: “Aquel día, oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos. Los oprimidos volverán a alegrarse en el Señor, y los pobres se llenarán de júbilo en el Santo de Israel.” Dios actúa en nuestra vida y quiere demostrar su amor, pero nunca sin contar con nosotros; por eso Jesús en el evangelio le dice a los ciegos: ¿Creéis que puedo hacerlo? Y es la fe y la esperanza la que mueve el milagro. Pidamos al Señor que nos aumente la fe, para saber confiar en la voluntad de Dios, que es Padre Bueno. Seamos buenos y confiemos en Dios, que es la defensa de nuestra vida.
1ª Lectura (Is 29, 17-24): Esto dice el Señor: «Pronto, muy pronto, el Líbano se convertirá en vergel, y el vergel parecerá un bosque. Aquel día, oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos. Los oprimidos volverán a alegrarse en el Señor, y los pobres se llenarán de júbilo en el Santo de Israel; porque habrá desaparecido el violento, no quedará rastro del cínico; y serán aniquilados los que traman para hacer el mal: los que condenan a un hombre con su palabra, ponen trampas al juez en el tribunal, y por una nadería violan el derecho del inocente. Por eso, el Señor, que rescató a Abrahán, dice a la casa de Jacob: ‘Ya no se avergonzará Jacob, ya no palidecerá su rostro, pues, cuando vean sus hijos mis acciones en medio de ellos, santificarán mi nombre, santificarán al Santo de Jacob y temerán al Dios de Israel’. Los insensatos encontrarán la inteligencia y los que murmuraban aprenderán la enseñanza».
Salmo responsorial: 26
R/. El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?
Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo.
Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.
Versículo antes del Evangelio: Aleluya. Ya viene el Señor, nuestro Dios, con todo su poder para iluminar los ojos de sus hijos. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mt 9, 27-31): Cuando Jesús se iba de allí, al pasar le siguieron dos ciegos gritando: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!». Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo: «¿Creéis que puedo hacer eso?». Le dijeron: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos diciendo: «Hágase en vosotros según vuestra fe». Y se abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Mirad que nadie lo sepa!». Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella comarca.
“¿Creéis que puedo hacer esto? Sí, Señor. Jesús les tocó los ojos y les dijo: Hágase conforme a la fe que tenéis” (Mt 9,27-31)
Señor Jesús, sí, Tú puedes, sí, es verdad que sanas al que tocas, sí, es cierto que de ti sale una fuerza que todo lo transforma, sí, tu cercanía libera, revierte, reconduce, restituye, ilumina y resucita
¡Ven pronto y sánanos, Señor!
De nuestras aburridas discusiones, sánanos Señor.
De nuestras cargas inútiles, sánanos Señor.
De nuestra indiferencia deshumanizante, sánanos Señor.
De nuestra apatía y distancia con los demás, sánanos Señor.
De nuestra mirada corta y descentrada, sánanos Señor.
De nuestra incapacidad para ser levadura en la masa, sánanos Señor.
De nuestra sed de ser el centro, sánanos Señor.
De nuestra capacidad de sacar de quicio al otro, sánanos Señor.
De nuestra impaciencia, sánanos Señor.
De nuestra excesiva necesidad de hacer cosas, sánanos Señor.
De nuestras faltas, errores y pecados, sánanos Señor.
De nuestras limitaciones e imperfecciones, sánanos Señor.
De nuestra falta de fe, sánanos Señor.
De nuestra falta de esperanza, sánanos Señor.
De nuestra falta de caridad para con los demás, sánanos Señor.
De nuestro orgullo, de nuestra falta de humildad, de nuestra altanería, sánanos Señor.
De nuestro deseo irrefrenable de tener todo atado y bien atado, sánanos Señor.
De nuestra capacidad para el juicio rápido y la murmuración, sánanos Señor.
De nuestra envidia, de nuestro modo indecente de usar y tirar las cosas, sánanos Señor.
De nuestra capacidad para etiquetar y agrupar a los otros, sánanos Señor.
De nuestro vacío interior, sánanos Señor.
De nuestra pereza para hacer oración, sánanos Señor.
De nuestra ceguera para verte y amarte en los otros, sánanos Señor.
De nuestra falta de discernimiento, sánanos Señor.
Señor Jesús, sana todo cuanto necesita tu compasión y misericordia. ¡Ven pronto y sánanos, Señor!
Así te lo pido. Así sea.



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