viernes, 14 de abril de 2017

LA RELIGIÓN DEL ESTADO (Anónimo)

Hace mucho, mucho tiempo, había un reino en el que su rey gobernaba excelentemente. Sin embargo, en ese reino no se había adoptado ninguna religión. Todos los eruditos de la corte le aconsejaban al rey que adoptara una religión o, de lo contrario, su reino sería considerado “anti-religioso”. Distintos representantes religiosos profesaban entonces que su religión era la mejor, mientras que otros señalaban las deficiencias que estas tenían. De este modo pasaron los años.
En una oportunidad, un santo errante llegó a este reino. Causó tan buena impresión en los súbditos y en el rey, que todos estuvieron de acuerdo en aceptar su consejo. Al ver tal sinceridad, el santo accedió a su petición y le dijo al rey: “Oh, Rey, mañana por la mañana los dos cruzaremos el río en bote hasta llegar a la otra orilla. Allí, bajo el gran árbol de baniano, le revelaré el nombre de la religión de su Estado".
A la mañana siguiente se encontraron en la vera del río para cruzar a la otra orilla. Les trajeron un bote para que cruzaran. Al ver que la pintura del bote se estaba cayendo, el santo no lo aceptó. Tampoco aceptó un segundo bote porque estaba torcido. Y así, el santo continuó rechazando los botes que le traían por uno u otro motivo.
Al ver esto, el rey perdió la paciencia y dijo irritado: "¡Gran Santo! ¿Qué tienen que ver todas estas cosas con cruzar el río? Si el bote está en buen estado y nos sirve para cruzar el río, ¿acaso no deberíamos pasar por alto todos estos pequeños detalles?".
El santo sonrió y respondió: "¡Oh, Rey! Si cualquier religión nos sirve para atravesar el viaje de la vida hacia Dios, ¿acaso no debería ser esto suficiente para cumplir con nuestro objetivo? ¿Por qué habríamos de buscar defectos entre los distintos tipos de fe?".

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