¡Oh santo Protector mío! Me congratulo contigo, viendo que Dios mismo te ha distinguido con el don de pureza tan relevante, que por ella has sido escogido para el gran destino de esposo de la Reina de los Ángeles y custodio del Cordero de Dios. Doy gracias infinitas a aquel Señor, por quien fuiste honrado con virtud tan bella y tan agradable a sus purísimos ojos. Pero ¡cuánto me confunde el verme tan distante de parecerme a Ti en conservarla y amarla! ¡Cuántas veces me asaltan los peligros del mundo, las sujeciones del enemigo y mi propia mala inclinación para hacérmela perder! Mírame, pues, con piedad, y fortaléceme para no sucumbir en batalla tan difícil. Di, pues, una sola palabra en favor mío a tu castísima esposa y a tu inmaculado Jesús, para que infundan en mi corazón un amor sincero a la santa pureza, y humilde solicitud para conservarla. Alcánzame también la gracia de huir siempre de los peligros, de mortificar mis sentidos, y sobre todo de recurrir siempre a ellos y a Ti, amabilísimo Protector mío, en quien tengo la más tierna y filial confianza.
Ruega por nosotros, San José, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
JACULATORIA
¡Oh Esposo de la Virgen!
Del peligro con presteza,
defiende mi pureza,
aumenta su candor.
JACULATORIA
¡Oh Esposo de la Virgen!
Del peligro con presteza,
defiende mi pureza,
aumenta su candor.
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