lunes, 13 de agosto de 2018

LA PRIMERA COMUNIÓN DE JAVIER

El padre del pequeño Javier había sido siempre un hombre extraño y descreído. Solo así se explica que cuando el profesor de la escuela donde asistía el muchacho le mandó una nota comunicándole que dentro de aquel mes Javier debería hacer la Primera Comunión, frunciera las cejas y respondiera de mal talante:
- Eso de la religión es para los ricos. El día que la haga no contéis conmigo.
Su esposa intentó convencerlo:
- No digas disparates, hombre. ¿qué culpa tiene la pobre criatura de que tú tengas estas ideas?
Pero él no quiso ceder.
- No. Si no me convencerás por más que insistas. Cuando yo digo una cosa ya sabes que la cumplo. ¡He dicho que no iré, y no iré!
La madre procuró cambiar de conversación y lo encomendó todo a la voluntad de Dios.
Tres días faltaban para la fecha de la Primera Comunión y el pobre no tenía ni zapatos para estrenar. Pero tampoco le hacían falta. La noche anterior se había acostado con mucha fiebre y el médico que acudió a visitarle había diagnosticado tifus. Fue un terrible golpe para los padres, que no pudieron ocultar su consternación al enfermo. Este comprendió el dolor de sus padres y quiso animarlos:
- No lloréis... que yo estoy muy contento... Ahora recibiré a Nuestro Señor..., y después volaré al cielo...
El padre inclinaba la cabeza, humillado, vencido. Había dicho que no acompañaría a su hijo en su Primera Comunión, y ahora Dios quería que estuviera presente. ¡Y en qué circunstancias! Arrodillado a los pies de la cama pedía perdón a Dios con estas palabras:
- Señor, perdóname... Devuelve la salud a mi hijo... Sin él moriría yo también.
Y el buen Jesús le escuchó. Javier, que llegó a las puertas de la muerte, después de recibir el Viático inició una ligera mejoría que fue aumentando hasta recobrar por completo la salud. Y una radiante mañana del mes de junio el niño celebró su solemne Primera Comunión.
- Hoy es el día más feliz de mi vida -murmuró su padre arrodillado frente al altar. Su esposa, por toda respuesta, se secó unas lágrimas de doble alegría.

(Publicado en la revista TBO el 18 de junio de 1965)

No hay comentarios:

Publicar un comentario