Como el árbol pierde sus hojas, así nuestra vida se dirige a su fin cada año.
La fiesta de la juventud se vuelve vacía. La luz de las alegrías se apaga.
La edad solitaria se acerca. Los amigos mueren. Los parientes parten.
¿Dónde están los afortunados y felices?
En silencio están las tumbas, pero las almas están en tus manos.
Uno siente las miradas amorosas que provienen del otro mundo.
Señor, sol brillante, reconforta e ilumina los hogares de los difuntos.
Señor, que los tiempos amargos de separación desaparezcan.
Concédenos un reencuentro feliz en el cielo.
¡Señor, ayúdanos a todos a ser uno contigo!
Señor, concédeles a aquellos que se han ido a dormir la limpieza del niño y el gozo de la juventud.
¡Y que su vida eterna sea una fiesta pascual! Amén.
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