domingo, 9 de septiembre de 2018

MEDITACIONES PARA TODOS LOS DÍAS DE LA SEMANA (DOMINGO)

FIN DEL HOMBRE

1º) Es importante. Estoy en el mundo para salvarme, ¿lo entiendes, alma mía? No estás en el mundo para divertirte, para comer, vestir, descansar, y mucho menos para pecar; estás en el mundo solo para salvarte. ¿De qué te serviría tener bajo tu dominio toda la tierra, si al cabo te hubieses de perder? Reyes, emperadores, filósofos, literatos, ¿de qué os sirve ahora vuestro poder y doctrina si no habéis sabido salvar vuestra alma?

2º) Pero este negocio de la salvación es muy incierto. La salvación del alma no se compra con el oro: se gana haciéndose violencia; se pierde por un solo pecado mortal de pensamiento. Para salvarse no basta haber sido santo o inocente una vez, es preciso perseverar hasta la muerte. ¿Pues qué seguridad tengo yo de salvarme? Mi vida pasada está toda sembrada de pecados y de recaídas. Mi vida presente es un abismo que yo no conozco. Mi vida futura, ¿qué será? No lo sabe sino Dios.

3º) Finalmente, este es un negocio irreparable. Si pierdo un pleito, si pierdo la salud, puedo esperar algún remedio; pero si pierdo el alma una sola vez, ya no hay remedio por toda la eternidad. Si me cortan una mano, me queda otra; si me cortan un pie, me queda otro; si me sacan un ojo, otro me queda; pero el alma es una sola; o sola salva, o sola condenada. ¿Y pienso tan poco en salvarme, o más bien, me tengo por tan seguro? ¡Y vivo tranquilo, cuando si ahora muriese no sé si me salvaría!

FRUTO.- Procura asegurar la salvación eterna de tu alma por medio de una confesión general, y escoge un buen confesor para entablar una vida sólidamente cristiana.

(Del libro "Devocionario manual arreglado por algunos Padres de la Compañía de Jesús". Bilbao, 1893).

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