jueves, 13 de septiembre de 2018

MEDITACIONES PARA TODOS LOS DÍAS DE LA SEMANA (MIÉRCOLES)

SOBRE LA MUERTE

1º) Que piense o no en ello, he de morir. Ha de llegar un día en que he de dejar a los parientes y amigos, las conveniencias, cuanto tengo en el mundo, y hasta la propia vida. Mi habitación ha de ser un sepulcro lleno de gusanos; mi casa será la eternidad; feliz o desgraciada, no lo sé. Esta es una verdad que no necesita de la fe para ser creída, porque está pasando diariamente por nuestros propios ojos. Mueren los viejos y los niños, los pobres y los ricos, los pecadores y los justos; murió María Santísima, murió Jesucristo, yo también he de morir.

2º) No sé cuándo ni cómo. ¿Pero dónde? ¿cómo? ¿en casa? ¿en la iglesia? ¿en la cama? ¿yendo de camino? No lo sé. ¿De calentura lenta? ¿de enfermedad aguda? ¿de un accidente? ¿de una caída? No lo sé. ¿Y cuándo ha de ser? ¿de aquí a treinta años? ¿de aquí a veinte? ¿en este mismo año? ¿en este mes? ¿en esta misma noche? No lo sé. Solo Dios lo sabe, que ha dicho que la muerte vendrá como ladrón nocturno, cuando menos se piense.

3º) No estoy todavía dispuesto. ¿Y vivo como si nunca hubiese de morir, y sin acordarme siquiera de la muerte? Si muriese ahora mismo, según lo que me dice la conciencia ¿dónde iría? ¡Acaso de aquí al infierno! Así lo reconozco; este pensamiento me hace temblar; ¿pues cómo no pongo remedio? Voy dilatándolo de un mes a otro, de un día a otro; siempre voy acercándome a la muerte, y siempre vivo en mi pecado. ¡Ay de mí! Si llego a morir en desgracia de Dios, ¿de quién podré quejarme?

FRUTO.- Antes de acostarme haré todos los días examen de conciencia, imaginando que ha llegado ya para mí la hora de partir de este mundo.

(Del libro "Devocionario manual arreglado por algunos Padres de la Compañía de Jesús". Bilbao, 1893).

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