jueves, 13 de septiembre de 2018

MEDITACIONES PARA TODOS LOS DÍAS DE LA SEMANA (JUEVES)

SOBRE EL JUICIO UNIVERSAL

1º) En el día del Juicio me he de presentar delante del Juez inexorable. ¡Qué terror me causará su vista! Era mi Padre y no le amé, era mi dueño y le dejé, era mi Dios y le desprecié. Con una sola mirada me pondrá delante mi ingratitud, mi infidelidad, mi perfidia. ¿Acudiré entonces a María? ¿Pero cómo tendré valor si con mis pecados crucifiqué muchas veces a su Hijo? ¿Me defenderá el Ángel de mi guarda? ¿Cómo, si nunca le obedecí? El demonio fue siempre mi amigo, y él será allí mi acusador.

2º) Mis pecados se han de referir delante de todo el mundo. ¡Qué vergüenza! Delante de mis compañeros, que me tenían por un ángel; delante de mis padres, que me creían inocente; delante de mi confesor, a quien engañé. Y se han de referir todos sin dejar ninguno; hasta los pensamientos más ocultos, hasta los deseos más recónditos; aquel pecado que cometí con un compañero; el que cometí en aquella habitación, en la cátedra, en aquella tienda, en aquella reunión, en aquella iglesia. ¡Qué confusión tan grande!

3º) Después se ha de pronunciar sentencia de salvación o de condenación. La ha de pronunciar Jesucristo, Juez de vivos y muertos, llamándome bendito o maldito. ¿Cuál será mi suerte? ¿Ir con Jesucristo al reino de los cielos, o con Satanás a los calabozos del infierno? ¿Pero la sentencia no podrá suspenderse? No, ni por un instante. ¿No se podrá revocar? Nunca, ni en todos los siglos. ¡Qué alegría me causará oír que el Salvador me dice: Ven, bendito de mi Padre, a poseer el reino que te tengo preparado; pero qué terror me causará si oigo que me dice: Maldito, apártate de mí al fuego eterno. ¡Oh Dios mío,! ¿cuál será mi sentencia? ¿Y cómo es que, estando citado a comparecer en juicio, apenas me acuerdo de una cosa en que tanto me va?

FRUTO.- Si todas nuestras acciones se deben manifestar al mundo en el último día de la cuenta, es necedad imperdonable apartarse del camino de la salvación por respetos humanos, por un qué dirán. Antes bien, al ofrecérseme alguna ocasión de pecar, debiera yo preguntarme: ¿qué me dirá Dios en el día del Juicio? ¿qué dirá el mundo entero al ver que por no disgustar a los hombres injurié al eterno Juez?

(Del libro "Devocionario manual arreglado por algunos Padres de la Compañía de Jesús". Bilbao, 1893).

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