sábado, 8 de septiembre de 2018

REMEDIOS CONTRA LA BLASFEMIA

Pensando San Ignacio de Loyola en las penas del infierno, nada de cuanto pasa en aquella cárcel de eterno llanto le causaba tanto horror como la consideración de que allí no se estila otro lenguaje sino el de continuas blasfemias e imprecaciones. ese modo de hablar, propio de condenados y réprobos, usan en la tierra las bocas blasfemas.
Horrible crimen contra Dios es este, por el cual la vil criatura asesta directamente contra su Creador los tiros de su envenenada lengua, y con increíble vituperio y desacato le insulta y ultraja en su misma persona. Justamente se imponía en la ley antigua al blasfemo la pena de morir apedreado a manos del pueblo.
Dios nuestro Señor, fuera de algún caso, reserva el castigo para la otra vida; y como la sociedad impía de este siglo disimula los crímenes de lesa Majestad divina, por eso ha tomado tantas alas el descaro de los blasfemos.
Pero ¿quién que tenga una centella de celo por la honra de Dios su Padre, vilipendiada y puesta debajo de los pies, no saldrá a vengarla de los ultrajes que le hacen las malas lenguas y no pondrá lo que esté de su parte para desterrar del mundo tan infernal abuso? Y cuando no pueda más, ¿no resarcirá con alabanzas las contumelias con que se tiende a profanar el Santísimo Nombre de Dios?
1º Ante todo es preciso que cada uno resuelva firmemente no proferir nunca blasfemias e impedir que las profieran aquellos sobre quienes tiene alguna autoridad. Y cuando sin poder estorbarlo oiga alguna, diga al menos con el corazón: Alabado sea Dios, bendito sea su santo Nombre.
2º Récense cuando se pueda las siguientes alabanzas y jaculatorias:
Bendito sea Dios. Alabado sea Dios. Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar. Dios te salve, María... Virgen Santísima, Reina de cielos y tierra, te amo con todo mi corazón. Perdónale, Señor, que no sabe lo que hace.
3º Será bueno asimismo decir algunas veces el acto de desagravios por las blasfemias e incontinencias para desagraviar a Dios, no solo por las blasfemias, sino también por los pecados abominables de impureza, que tan ofendida tienen a Su Divina Majestad, y al mundo tan perdido.

Del libro "Devocionario manual arreglado por algunos Padres de la Compañía de Jesús". Bilbao, 1893.

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