Pasan rápidamente nuestros días,
se acercan de la muerte los momentos,
e infelices juguetes de una loca
quimérica esperanza, no prevemos
lo que está por venir y aun lo presente,
sin mirar adelante, lo perdemos.
Cuando jóvenes somos, despreciamos
el bien más necesario y de más precio:
el tiempo, este tesoro saludable
pasa siempre con vuelo muy ligero.
Al salir de los juegos de la infancia
las frívolas riquezas, los contentos,
y los honores, alternando agitan
nuestros deseos fútiles e inciertos.
Mas ¡oh funesto error! ¡vanas ideas!
mientras contamos los tesoros nuestros
viene la impía muerte y nos abate
a los pies de estos ídolos soberbios.
¡La muerte...! ¡Ah qué memoria tan funesta!
¡Qué tiempo tan perdido en devaneos!
(Del libro "Escuela de costumbres o reflexiones morales e históricas sobre las máximas de la sabiduría", escrito por el abate Blanchard en 1844).
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