Cuando me lleves, llévame mi Dios en silencio, sin ruido, apenas dormida como lo hacen los niños en su inocencia de no saber si verán un nuevo día.
Llévame mi Dios tan sutilmente como el susurro del viento en mí oído.
Y cuando llegue ante Ti y me preguntes con qué me quedo de lo vivido, te diré que me quedo con lo bueno que di, y con lo bueno que recibí. Seguro que podría haber dado más, pero lo que di, lo di de corazón.
Mis errores, mis defectos los pongo en tus manos, porque sé que Tú serás más misericordioso conmigo que yo misma.
Si me preguntas con qué me siento satisfecha, te diré que siempre intenté seguir los dictados de mi corazón en lugar de atender a la razón. Creo que ha sido de las mejores decisiones de mi vida, porque acertado o no, lo que nace del corazón es lo único correcto.
Así que mi Dios, cuando me lleves, llévame en silencio, mientras me duermo en la inocencia de no saber si veré un nuevo amanecer.
Eternamente esta imperfecta criatura tuya.
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