Tras sobrevivir a la cárcel, mandó arrancarles las uñas de los pies y manos, y así fueron llevadas a Sierra Morena para ser arrastradas por un carro, tras lo cual fueron enviadas desfallecidas y sangrantes de vuelta a la cárcel de Hispalis.
Diogeniano les instó a abandonar sus creencias y obligó a las hermanas Justa y Rufina a participar descalzas en una nueva procesión en honor a Salambó, a lo que ellas se negaron rotundamente.
Tras esta negativa, comenzó el proceso de martirio de Justa y de Rufina, a las que torturaron en el potro, las azotaron y las llegaron a colgar de los cabellos. Tras esto, esperaba el pretor Diogeniano que las hermanas renunciaran a su fe, pero viendo que nada surtía efecto mandó encerrarlas en la cárcel sin agua ni pan.
Tras sobrevivir a la cárcel, mandó arrancarles las uñas de los pies y manos, y así fueron llevadas a Sierra Morena para ser arrastradas por un carro, tras lo cual fueron enviadas desfallecidas y sangrantes de vuelta a la cárcel de Hispalis.
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