Serapia se diferenciaba del resto de la servidumbre porque prescindía de adular a Sabina, y aunque realizaba su rutinaria tarea con modestia, puntualidad y consciencia, soportaba el de por sí injusto castigo sin rechistar. Es que Serapia era cristiana. Cuando se enteró, Sabina quiso saber más, y amante de las novedades como toda gran dama romana, sin indagar mucho al respecto se hizo bautizar.
Lo que Sabina ignoraba era que, periódicamente, los cristianos eran perseguidos, lo que volvió a ocurrir durante el reinado de Adriano, cuando la virgen Serapia fue apresada, torturada y entregada a los esbirros para que la deshonrasen, lo que fue oportunamente impedido por un grupo de ángeles.
Sabina acudió en su auxilio, deseando llevar cadenas como su amiga, pero los torturadores romanos eran gentes serias que, en atención a su clase, se abstuvieron de satisfacer sus deseos. Tuvo así que contemplar cómo Serapia era azotada con garrotes, quemada con antorchas y finalmente degollada.
Sabina sepultó a la mártir en el panteón familiar, lo que le valió un año de encierro, para ser luego azotada con garrotes, quemada con antorchas y violada por los esbirros, sin que ningún grupo de ángeles acudiera en su auxilio ya que en su caso no había ninguna virginidad que preservar.
Antes de su martirio hizo donación de sus bienes al obispo. Se conserva en la que fuera su propiedad de Roma el nombre de la bienhechora.
Protectoras de las amas de casa y de los niños que tienen dificultades para aprender a caminar, Sabina y Serapia, juntas o por separado, son invocadas para el buen tiempo y resultan muy recomendables para detener el flujo de sangre.
ORACIÓN A SANTA SABINA
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