Vírgenes gloriosas, oíd mi oración y, al llegar la muerte, venid rápidamente en mi ayuda; estad presentes en el momento temible y defendedme de los asaltos de los demonios.
Ninguna de vosotras falte; y al frente de vosotras esté, antes que nadie, la Virgen María.
Si todavía queda en mí alguna mancha, purificadme de ella con vuestra oración. Advierta el enemigo vuestra presencia y sea confundido.
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