Durante la persecución anticristiana del emperador Diocleciano, cerca de cincuenta cristianos fueron apresados, interrogados y encadenados. Como se reafirmaron en su fe, fueron condenados a muerte, entre ellos a Restituta.
Una de las torturas fue desplazar sus brazos y piernas sobre un potro.
Después fue llevada a la mazmorra, pero un ángel del Señor la consoló y le dio fuerzas para resistir en su fe.
Por no negar su fe cristiana, santa Restituta fue flagelada y amarrada por los cabellos, tirando de ellos hacia arriba mientras clavaban sus pies con grandes clavos.
Después de ser terriblemente torturada Restituta fue colocada en un barco en llamas cargado de remolques y resina.
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