viernes, 2 de diciembre de 2022

MEDITACIÓN VIERNES I DE ADVIENTO A (P. Damián Ramírez)

 

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 9, 27-31

En aquel tiempo, dos ciegos seguían a Jesús, gritando:
«Ten compasión de nosotros, hijo de David».
Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo:
«¿Creéis que puedo hacerlo?».
Contestaron:
«Sí, Señor».
Entonces les tocó los ojos, diciendo:
«Que os suceda conforme a vuestra fe».
Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente:
«¡Cuidado con que lo sepa alguien!».
Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca.


“Y se les abrieron los ojos” (Mt 9,27-31)

 
¡Abre mis ojos! Señor Jesús, abre mis ojos. A veces, aunque es de día, no veo. A veces, aunque estoy en medio de todo tipo de luces, no veo. A veces, aunque creo estar despierto, vivo dormido. Por eso, Señor Jesús, ábreme los ojos para ver.

Señor Jesús, reconozco que a veces se vive muy bien siendo ciego o viendo a medias, o mirando sólo a la parte de la realidad que sé que no me va a doler y que no me va a comprometer. Por eso, Señor Jesús, ábreme los ojos para ver, reconocer y hacerme cargo de la realidad.

Señor Jesús, ábreme los ojos para ver y para verte. Hazme recobrar esa vista que no obvia nada, que no excluye a nadie, que no tiene miedo de descubrir la realidad de los que tengo a mi alrededor. Pero abre mis ojos también para verme, para reconocerme y para quererme tal y como soy, en tu presencia.

Señor Jesús, ¡abre mis ojos! Quita las legañas de mi comodidad, de mis cegueras autoimpuestas, de mis miradas interesadas. Da brillo a mis ojos, hazme ver como Tú: posibilitando, dignificando y haciendo que los demás no se marchen jamás de mi lado sin haber encontrado en mis ojos misericordia. 

Así te lo pido. Así sea.









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