¡Glorioso San José!, amabilísimo padre de Jesús, virginal esposo de María, dígnate recibirme en este día en el número de tus hijos, yo te elijo por mi padre, mi protector y mi guía en el camino de la salvación, y me pongo en tus brazos. ¡Oh tú que has tenido la dicha de ser el guardián de Jesús y de María, y has tenido presentes a sus ojos los divinos ejemplos de nuestro dulcísimo Salvador, que has vivido y conversado con él y muerto entre sus brazos, alcánzame las virtudes de que tengo mayor necesidad, enséñame, amantísimo padre, a hablar a Jesús en la oración, a vivir con él y por él, haciendo todas mis acciones por puro amor; y que así la más pequeña como la más grande sea un acto de este amor! Que sea manso, humilde y casto como Jesús; en una palabra, que me asemeje a Él en todas las cosas; enséñame a amar los trabajos y humillaciones, y haz, amado protector mío, que no encuentre alegría ni contento alguno sino en el cumplimiento de la voluntad de mi Dios; y con esto espero que, mediante tu intercesión, llegaré a ver a mi Jesús. Amén.
¡Viva Jesús, María y José!
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