Al punto, sobre nuestra vista sube tu gloria y contento, al fijarla en la participación de la divina autoridad que te daba tu mando sobre Jesús. En dos distintas ocasiones, en el Tabor y en el Jordán, dejó oír su voz el Eterno, velado por oscura nube, al exclamar, hablando de su Hijo encarnado: "Este es mi Hijo en quien he puesto mis complacencias". ¿Y quién te vedaba, ¡oh José glorioso!, exclamar en iguales o parecidas frases? Decir podías, y sin duda lo habrías repetido en tu interior, y acaso a tus amigos y allegados, señalando a Jesús: "Este es mi Hijo en quien pongo todo mi contento y alegría". No debía, en verdad, ser de otro modo si atendemos a que es también el blanco de todas las miradas que se cruzan en el Cielo; el fin y objeto de todos los suspiros y exclamaciones de los santos; la paz y dicha de los predestinados.
JACULATORIA. Haz que nos fijemos en nuestro modelo Jesús y copiemos sus virtudes, para que, como tú, tengamos en Él nuestra eterna felicidad. Amén.
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