Nuestra Señora, Madre del Soberano Jesús, ven a visitar nuestro corazón y nuestra casa como hiciste con tu prima Isabel.
Ven, Dulce Madre de la Iglesia, a visitar a tu pueblo para librarlo de sus culpas.
Ven, María, para nuestra casa y nuestro corazón, trayéndonos paz y perfumando nuestra vida con los aromas de las flores de mayo.
Ven, Madre de la humanidad, a guiar nuestros pasos en los caminos que tenemos que recorrer.
Haz, María, que tengamos disposición como tú para amparar a los débiles, confortar a los enfermos, convertir a los pecadores, suavizar los sufrimientos y secar las lágrimas de nuestros hermanos.
Trayéndonos Cristo, nos trae también los dones del Espíritu Santo, para que fielmente alabemos la misericordia y compasión de Dios para con nosotros.
Amén.
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