viernes, 1 de abril de 2022

MARTIRIO DE LAS SANTAS ÁGAPE, QUIONIA E IRENE


Huérfanas a una edad temprana, las hermanas Ágape, Quionia e
 Irene de Tesalónica llevaron vidas piadosas bajo la dirección del sacerdote Xeno. Rechazaron una serie de ofertas de matrimonio. En 303, el emperador Diocleciano emitió un decreto que tipificaba como delito la posesión de escrituras cristianas. Las hermanas escondieron sus copias.

Finalmente, fueron arrestadas por ofender al culto imperial al no comer alimentos que habían sido sacrificados a los dioses.​ Fueron llevadas ante el emperador Diocleciano, quien no pudo persuadirlas de que renunciaran a su fe, y cuando partía hacia Macedonia, las trajo consigo.  Allí fueron llevadas a la corte de Dulcicio, gobernador de Tesalónica.​

Las hermanas rechazaron los avances indecentes del gobernador. Molesto con Dulcicio por ineficaz, Diocleciano entregó a las tres jóvenes al Conde Sisinus para que las juzgara. Encarceló a Irene de Tesalónica, la más joven;  y sin hacer ningún progreso para que las dos mayores se retractaran, ordenó que las quemaran.  Posteriormente, las difuntas parecían estar simplemente dormidas, ya que ni sus ropas ni sus cuerpos se habían quemado.​ Después de las muertes, registraron su casa, encontraron las escrituras y las quemaron públicamente.​

La sentencia que dictó el gobernador contra Irene fue más cruel que la pena impuesta a sus hermanas.
Dulcicio declaró que Irene había incurrido también en la pena de muerte por haber guardado los libros sagrados, pero que sus sufrimientos serían más prolongados. En seguida ordenó que la llevasen desnuda a una casa de vicio y que los guardias vigilasen las puertas. Allí fue expuesta, y como el cielo protegió la virtud de la joven, el gobernador la mandó matar. Las actas afirman que pereció en la hoguera, obligada a arrojarse ella misma a las llamas. Esto es poco probable y algunas versiones posteriores dicen que murió con la garganta atravesada por una flecha.




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