viernes, 22 de abril de 2022

MEDITACIÓN VIERNES OCTAVA DE LA PASCUA (P. Damián Ramírez)

«Es el Señor» (Jn 21,1-14)

Señor Jesús, ayúdanos a reconocerte en la vida. Ayúdanos a encontrarte hoy en los rostros de la gente, en los encuentros que tengamos con otros, en los saludos, en los abrazos, en las miradas y en todas esas cosas que sin estar programadas nos sorprenden y nos asombran. Que todo me ayude a confesar, como a Pedro, que Tú eres el Señor.

Señor Jesús, ayúdanos a reconocerte en la solidaridad con los demás, en el darnos sin esperar nada a cambio, en los gestos y palabras oportunas ante aquellos que peor lo están pasando. Ayúdanos a reconocerte en el compartir, en el escuchar con el corazón y en el deseo sincero de que a nadie le falte ni el pan ni la paz. Que todo me ayude a confesar, como a Pedro, que Tú eres mi Señor.

Señor Jesús, que a lo largo de esta nueva jornada también nosotros digamos “Es el Señor” al verte encarnado en los otros, en tantas Buenas Nuevas, en tantos signos de tu Reino, en tanta esperanza, en tanta belleza como nos rodea, en tanta vida, en tanto. Gracias, Señor, por esta nueva mañana. Ayúdanos a reconocerte vivo y verdadero. 

Así te lo pido. Así sea.


Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 1-14

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice:
«Me voy a pescar».
Ellos contestan:
«Vamos también nosotros contigo».
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice:
«Muchachos, ¿tenéis pescado?».
Ellos contestaron:
«No».
Él les dice:
«Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis».
La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro:
«Es el Señor».
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.
Jesús les dice:
«Traed de los peces que acabáis de coger».
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
«Vamos, almorzad».
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. 
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos. 



























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