jueves, 7 de abril de 2022

MEDITACIÓN VIERNES V DE CUARESMA C (P. Damián Ramírez)

"Quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre" (Jn 8, 51-59) 

Señor Jesús, ¿cómo es posible que estemos asistiendo al horror de la guerra, cada día, cada amanecer, minuto a minuto y todo siga igual? ¿Cómo tus seguidores no somos capaces de parar el mundo y hacer que se detenga esta invasión cruel e injusta? ¿Cómo vamos a guardar tu palabra y no ver la muerte, si esa muerte nos asalta cada mañana? 

Señor Jesús, nos duele la guerra. Nos revuelve por dentro tanta pasividad, tanto miedo y tanta diplomacia que justifica lo injustificable. Estamos tristes y no somos capaces de alzar el vuelo porque nos pesa este capítulo tan inhumano y desconcertante de nuestra historia. Ayúdanos tú, Señor. Haz que sintamos a tantos otros como hermanos y que nos comportemos con ellos como tales. 

Señor Jesús, haznos entender que guardar tu Palabra no es esconderla, ni ubicarla en nuestra librería o tenerla bien entronizada en nuestro salón o en nuestros templos. Haznos comprender que guardamos tu Palabra cuando la leemos y la hacemos vida. Cuando se convierte para nosotros en proyecto de vida, en el proyecto para nuestra vida. Haznos entender que no dejaremos de ver muerte y más muerte si no hacemos nuestra la Palabra de la vida. Haz que paremos, que digamos NO a toda violencia, a toda invasión y a esta guerra ya normalizada en el diario vivir. 

Así te lo pido. Así sea. 


Lectura del santo evangelio según san Juan 8, 51-59

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
«En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre».
Los judíos le dijeron:
«Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: “Quien guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre”? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?».
Jesús contestó:
«Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: “Es nuestro Dios”, aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera “No lo conozco” sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría».
Los judíos le dijeron:
«No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?».
Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo soy».
Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.






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