Juan Gabriel nació en Puech, pueblo de la parroquia de Montgesty. Fue el primero de los ocho hijos de Pedro y María Perboyre. Crecieron en una familia muy católica que poseía una granja como medio de vida. En la familia, Juan Gabriel encontró el ejemplo de su tío Jaques, sacerdote de la Misión, hombre de gran valor en el momento de la Revolución. De él, Juan Gabriel pudo aprender a vivir para Jesucristo y servirlo hasta la muerte.
En 1816 Juan Gabriel acompañó a su hermano pequeño al Seminario de Montauban y se quedó allí también para continuar sus estudios.
En diciembre de 1818, Juan Gabriel entró en la Congregación de la Misión; en septiembre de 1825 fue ordenado sacerdote en la Capilla de la Casa Madre de las Hijas de la Caridad en París. Después de su servicio de profesor de Teología en el Seminario de San Flour, fue llamado a la Casa Madre de la Congregación de la Misión, en París, como Director del Seminario interno.
En marzo de 1835, bajo la protección del Señor se pone en camino y llega a Macao el 29 de agosto, puerta de acceso a las misiones de China. Numerosas serán sus actividades apostólicas en Ho-Nan, a pesar de los peligros y las persecuciones. Se dedicó preferentemente a la salvación de los niños abandonados, de los que había gran número; los recogía, los alimentaba y educaba, instruyéndolos como podía en la doctrina. Viajaba a pie, a veces en lentos carros tirados por bueyes. Muchas veces se quedó sin comer, pasando las noches al descubierto, padeciendo el frío, el viento y la lluvia que lo calaba hasta los huesos; pero siempre con alegría, respirando el aire de la libertad, de la vocación conseguida y realizada, con la sangre ardiendo en el sacrificio y en la fe.
Dos años después fue enviado a la provincia de Hupeh, que sería el lugar de su martirio. En el año 1839 había irrumpido un violento brote de persecución. Por orden del gobernador la misión fue ocupada por las tropas. Los padres lazaristas que lograron escapar anduvieron errantes al sur del Yang-Tse Kiang, por los montes y las plantaciones de té y algodón. Deshecho de cansancio, Perboyre se detuvo en una choza, ocupada por un chino convertido que lo recibió con amabilidad. Mientras nuestro santo dormía, aquel lo delató a un mandarín, recibiendo en pago treinta monedas de plata. De aquí en adelante, el padre Perboyre recorrió un itinerario de sufrimientos. Fue llevado interminablemente de tribunal en tribunal, siendo azotado, escarnecido y torturado, puesto en prisión junto a malhechores comunes; con hierros candentes grabaron en su rostro caracteres chinos, pero fracasaron al querer que pisoteara un crucifijo.
Después de meses de sufrimiento físico y moral, de larga y terrible tortura, Juan-Gabriel Perboyre dará su último testimonio el 11 de septiembre de 1840. Fue colgado a una cruz y estrangulado con una cuerda. Muchos testigos declararon que, en el momento de la muerte de Juan Gabriel apareció en el cielo una cruz luminosa.
Su cuerpo 20 años después de su muerte fue transportado a San Lázaro, Casa Madre, París.
Fue beatificado el 10 de noviembre de 1889 por el papa León XIII y canonizado en Roma el 2 de junio de 1996 por el papa Juan Pablo II.
Su fiesta se celebra el 11 de septiembre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario