Hespero, su mujer Zoe y sus hijos Ciríaco y Teódulo eran oriundos de Atalia, donde esclavos de un pagano rico llamado Catalo. Los cuatro eran cristianos, piadosos y caritativos. Un día los hijos preguntaron a sus padres "¿Por qué nosotros, que servimos a Cristo, somos esclavos de este pagano? ¿No dijo S. Pablo: No os juntéis en forma desigual con los incrédulos, porque ¿qué compañía tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunicación la luz con las tinieblas?" (2 Cor. 6, 14). Los padres, considerando que ciertamente la doctrina cristiana les prohibía servir a un pagano, junto a los muchachos rehusaron servir a Catalo. Este, para que no cundiese el ejemplo, les castigó severamente y como no quisieron abandonar su fe cristiana, les metió en un horno y allí alcanzaron los cuatro la palma del martirio, sobre el año 127.
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