A María, nuestra Madre:
Dulcísima siempre Virgen María de la Merced, yo me ofrezco por hijo tuyo en honor y gloria de tu virginal pureza; te consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mis manos, mis pies, mi corazón y todo mi ser, para que me mires como hijo tuyo; que no piense, no haga, ni diga cosa alguna que desdiga de tan celestial virtud.
Guárdame, querida Madre mía, oh dulce abogada mía, sé Tú mi salvación.
Madre Santísima de la Merced, hazme la gran merced, para que viva siempre en gracia de Dios. Madre dulcísima de la Merced, hazme la gran merced, para que te ame con un cariño filial.
Madre bondadosísima de la Merced, hazme la gran merced de asistirme en la hora de mi muerte.
Amén.
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