Buenos días. Feliz domingo de Pascua, domingo de la Divina Misericordia. Hoy celebramos que a pesar del miedo, decepción y la desesperanza que sienten los apóstoles, Jesús en persona aparece, cruza las puertas cerradas por el miedo y les da la Paz, les regala la fuerza del Espíritu Santo. Ellos se llenan de alegría, menos Tomás que se convierte en el apóstol que representará a todos los que no creen. Pero el Señor, que sabe lo que tenemos en el corazón, vuelve a presentarse a Tomás y le muestra las manos y el costado, las heridas que nos han abierto el corazón hacia la compasión. Dirá Tomás: “Señor mío y Dios mío”, profesando la fe en nombre de aquellos que para creer necesiten más amor y misericordia. Demos gracias al Señor porque su misericordia es eterna para los que esperan en sus Palabras. Seamos buenos y confiemos en Dios, cuyas heridas nos han dado la Resurrección.
1ª Lectura (Hch 4, 32-35): En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno.
Salmo responsorial: 117
R/. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia. Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad. Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor es Dios, él nos ilumina.
2ª Lectura (1Jn 5, 1-6): Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a Dios que da el ser ama también al que ha nacido de él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Éste es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No sólo con agua, sino con agua y con sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.
Versículo antes del Evangelio (Jn 20, 29): Aleluya. Porque me has visto, Tomás, has creído, dice el Señor; bienaventurados los que sin haber visto han creído. Aleluya.
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