Buenos días. Feliz Pascua. El evangelio nos presenta a Jesús, el enviado de Dios al mundo, que ha venido para salvarnos, no para condenarnos. Porque Dios escucha nuestras oraciones y nos envía el mayor consuelo. Por eso, en la primera lectura nada puede detener la predicación de los apóstoles, ni la cárcel, ni siquiera la muerte. Porque quien cree en Dios toda ocasión le sirve para vivir desde la fe y expresarla con amor y confianza. Seamos buenos y confiemos en Dios, porque es misericordioso y nunca queda defraudado el que se acoge a Él.
1ª Lectura (Hch 5, 17-26): En aquellos días, el sumo sacerdote y todos los suyos, que integran la secta de los saduceos, en un arrebato de celo, prendieron a los apóstoles y los metieron en la cárcel pública. Pero, por la noche, el ángel del Señor les abrió las puertas de la cárcel y los sacó fuera, diciéndoles: «Marchaos y, cuando lleguéis al templo, explicad al pueblo todas estas palabras de vida». Entonces ellos, al oírlo, entraron en el templo al amanecer y se pusieron a enseñar. Llegó entre tanto el sumo sacerdote con todos los suyos, convocaron el Sanedrín y el pleno de los ancianos de los hijos de Israel, y mandaron a la prisión para que los trajesen. Fueron los guardias, no los encontraron en la cárcel, y volvieron a informar, diciendo: «Hemos encontrado la prisión cerrada con toda seguridad, y a los centinelas en pie a las puertas; pero, al abrir, no encontramos a nadie dentro». Al oír estas palabras, ni el jefe de la guardia del templo ni los sumos sacerdotes atinaban a explicarse qué había pasado. Uno se presentó, avisando: «Mirad, los hombres que metisteis en la cárcel están en el templo, enseñando al pueblo». Entonces el jefe salió con los guardias y se los trajo, sin emplear la fuerza, por miedo a que el pueblo los apedrease.
Salmo responsorial: 33
R/. Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha.
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias.
Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. El afligido invocó al Señor, Él lo escuchó y lo salvó de sus angustias.
El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege. Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a Él.
Versículo antes del Evangelio (Jn 3, 16): Aleluya. De tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo Unigénito; todo aquel que cree en Él tiene vida eterna. Aleluya.
Texto del Evangelio (Jn 3, 16-21): En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios».
"La luz vino al mundo" (Jn 3, 16-21)
Señor Jesús, en este tiempo de pascua, en el que celebramos con la vida que todo tiene sentido desde Ti, que nada se escapa de la fuerza transformadora de tu resurrección, queremos ser de verdad, queremos vivir en verdad, queremos en verdad seguirte para ser cada día más luz.
Luz para nuestras familias. Luz para nuestros amigos. Luz para nuestros compañeros de trabajo. Luz para nuestros amigos y conocidos. Luz para nuestros enemigos. Luz para los que andan perdidos o desorientados. Luz para quienes sufren la tiniebla de su propio pecado. Luz para los que necesitan avivar el fuego de la fe. Luz para iluminar no para deslumbrar. Luz que lo vuelva todo transparente, claro, accesible. Luz que nos haga descubrir cuánto nos quiere Dios. Luz que adorne la fiesta, ilumine el camino del peregrino y acompañe nuestra oración. Luz que sane, que dignifique y haga seguir creciendo. Luz que siga indicándonos cuál es la verdad.
Señor Jesús, haz que seamos hombres y mujeres luminosos. Haz que obremos en la verdad y así los demás reconozcan en nosotros gente verdadera, resucitada y resucitadora.
Así te lo pido. Así sea.
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