Buenos días. Feliz sábado de Pascua. Es difícil creer en la resurrección; Marcos nos señala tres testimonios que cuentan a los Apóstoles el mismo hecho, pero hasta que el mismo Resucitado les dé la noticia, les abre los ojos y les encomienda la misión: “Id y proclamad el Evangelio a todo el mundo”, ellos no acaban de creer. ¿Y nosotros? ¿Creemos en los testigos que nos han transmitido este milagro? ¿O creemos por miedo o por duda o porque queremos quedar bien?, como ocurre al Sanedrín en los Hechos de los Apóstoles, que prohíben anunciar en nombre de Cristo pero no se lo pueden impedir porque tienen miedo y dudas ante el milagro del que todo el pueblo es testigo. Pidamos a Dios fe, para creer, y que nos ayude a aumentarla para cumplir con su misión de llevar el EVANGELIO a toda la creación.
1ª Lectura (Hch 4, 13-21): En aquellos días, los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, viendo la seguridad de Pedro y Juan, y notando que eran hombres sin letras ni instrucción, estaban sorprendidos. Reconocían que habían sido compañeros de Jesús, pero, viendo de pie junto a ellos al hombre que había sido curado, no encontraban respuesta. Les mandaron salir fuera del Sanedrín y se pusieron a deliberar entre ellos, diciendo: «¿Qué haremos con estos hombres? Es evidente que todo Jerusalén conoce el milagro realizado por ellos, no podemos negarlo; pero, para evitar que se siga divulgando, les prohibiremos con amenazas que vuelvan a hablar a nadie de ese nombre». Y habiéndolos llamado, les prohibieron severamente predicar y enseñar en el nombre de Jesús. Pero Pedro y Juan les replicaron diciendo: «¿Es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros más que a él? Juzgadlo vosotros. Por nuestra parte no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído». Pero ellos, repitiendo la prohibición, los soltaron, sin encontrar la manera de castigarlos a causa del pueblo, porque todos daban gloria a Dios por lo sucedido.
Salmo responsorial: 117
R/. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. El Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación. Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos.
«La diestra del Señor es poderosa. La diestra del Señor es excelsa». No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. Me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte.
Abridme las puertas de la salvación, y entraré para dar gracias al Señor. Esta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella. Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación.
Versículo antes del Evangelio (Sal 117, 24): Aleluya. Este es el día que hizo el Señor; regocijémonos y alegrémonos en él. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mc 16, 9-15): Jesús resucitó en la madrugada, el primer día de la semana, y se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con Él, que estaban tristes y llorosos. Ellos, al oír que vivía y que había sido visto por ella, no creyeron. Después de esto, se apareció, bajo otra figura, a dos de ellos cuando iban de camino a una aldea. Ellos volvieron a comunicárselo a los demás; pero tampoco creyeron a estos. Por último, estando a la mesa los once discípulos, se les apareció y les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón, por no haber creído a quienes le habían visto resucitado. Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación».
No hay comentarios:
Publicar un comentario