jueves, 9 de marzo de 2023

HISTORIA DE SANTA FRANCISCA ROMANA

Estando una noche santa Francisca Romana en oración, una luz extraordinaria invadió la habitación y de improviso se le apareció su hijo de 9 años, Giovanni Evangelista, muerto santamente hacía poco tiempo. Ella lo describe así:


“Tenía el mismo traje, la misma estatura, las mismas actitudes, la misma fisonomía de cuando estaba vivo, pero su belleza era incomparablemente superior. Evangelista no estaba solo. A su lado había otro jovencito de la misma edad, aunque de aspecto más resplandeciente”.

Su primer movimiento fue el de abrazar a su hijo y hacerle preguntas: “¿Estás bien, querido hijo? ¿Cuál es tu puesto en el Cielo? ¿Qué haces? ¿Te acuerdas de tu madre?”.

Mirándola con una dulce sonrisa, le dijo: “Nuestra única ocupación es la de contemplar el abismo infinito de la bondad divina, alabar y bendecir su Majestad con un profundo respeto, una gran alegría y un amor perfecto. Como todos estamos absortos en Dios, no podemos sentir ningún dolor; gozamos de una paz eterna, no podemos querer y no queremos sino lo que sabemos que agrada a Dios, y esa es toda nuestra felicidad”.

Luego le dijo que se hallaba en el coro de la jerarquía menos elevado, en el coro de los arcángeles, y que el joven que estaba a su lado era un arcángel, a quien Dios enviaba a ella para su consuelo, con el fin de que permaneciera a su lado el resto de su vida, siempre visible a sus ojos.

Después de una hora de conversación, Evangelista desapareció y el ángel se quedó.

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