Una mona pequeña
cogió una nuez un día,
y en su verde corteza
hincó el diente con mucha monería;
pero haciendo mil gestos,
la nuez al suelo tira,
diciendo con enfado:
-Mi madre me engañó como a una china,
pues dijo que eran dulces,
sabrosas y exquisitas,
siendo, como yo he visto,
tan agrias, y en extremo desabridas.
Un mono que allí estaba
cogió con mucha prisa
la nuez, y entre dos cantos
a pocos golpes se la halló partida.
La monda, se la come,
y dice a mi monilla:
-Sábete que tu madre
te dijo la verdad, que son muy ricas;
pero, amiga, es preciso,
como viste, partirlas,
que a costa del trabajo
se logran los placeres de la vida.
Sírvate de escarmiento;
y ten por regla fija
que se engañan aquellos
que sólo ven las cosas por encima.
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