jueves, 30 de marzo de 2023

MEDITACIÓN JUEVES V DE CUARESMA A (P. Damián Ramírez)


Lectura del santo evangelio según san Juan 8, 51-59

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
«En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre».
Los judíos le dijeron:
«Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: “Quien guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre”? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?».
Jesús contestó:
«Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: “Es nuestro Dios”, aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera “No lo conozco” sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría».
Los judíos le dijeron:
«No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?».
Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo soy». 
Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo. 



“Quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre” (Jn 8,51-59)

Señor Jesús, me pregunto qué es eso de guardar tu palabra. Yo la tengo siempre cerca, de hecho tengo hasta diferentes volúmenes de ella: unos más pequeños, unos más nuevos, otros más usados. Algunos de gran tamaño, otros más solemnes y el que suelo utilizar, repleto de notas, de recuerdos y un poco estropeado por el paso del tiempo. ¿Es eso guardar tu palabra? Creo que no.

Señor Jesús, me gustaría poder hacer de tu evangelio la norma de mi vida. Me gustaría organizarme en torno a tu Evangelio y en torno a tu evangelio crecer. Me gustaría saber más de Ti, aprender a leer entre líneas, no perderme detalle, intuirte en cada texto, en cada parábola, en cada escena. Me gustaría aprender a guardar tu palabra en lo más profundo de lo que soy, allí donde las incoherencias y los anhelos se dan la mano, allí donde el deseo de conocerte y mi propia debilidad juegan a intentar ser lo que quieres que sea.

Señor Jesús, si quien guarda tu palabra no verá la muerte para siempre, quiero guardarla, porque quiero vivir para siempre. Enséñame el modo para poder guardar tu palabra con naturalidad, cotidianamente. Que supere la tentación de mantenerla intacta, sin abrirla, sin leerla, sin dejarme transformar por ella. Que tu palabra me abra los ojos y me haga caminar y vivir en verdad. Que al leer y escrutar tu palabra sepa qué quieres que haga y me ponga a ello.

Así te lo pido. Así sea.


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