Señor nuestro, Jesucristo, concédenos que tu Madre, la clementísima y piadosa Virgen María, después de este destierro, nos muestre a Ti, como a los beatos Sadoc y compañeros, que merecieron de tu bondad recibir la deseada palma del martirio cuando cantaban sus alabanzas. Tú, que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.
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