Agripina era una mujer de noble abolengo que había consagrado su virginidad a Cristo y vivía recluida en su casa, pero realizando obras de caridad con todos los que llamaban a su puerta. Durante la persecución de Valeriano (257-260), escandalizada por las matanzas de cristianos, pidió una audiencia con el emperador y por ser de ilustre familia se la concedieron. Llevada ante Valeriano le recriminó duramente su proceder con la comunidad cristiana e instándole a convertirse si no quería ir al fuego eterno junto con sus dioses. Cuando el césar le impelió a sacrificar, ella se negó rotundamente, por lo que mandó castigarla. Fue severamente apaleada y le rompieron varios huesos, luego de lo cual la encadenaron en la cárcel. Tras varias sesiones semejantes, acabó por morir, en la celda o en el tormento; y tres jóvenes piadosas, Paula, Basa y Agatónica, tomaron su cadáver y lo llevaron a la basílica de San Pablo, donde fue enterrada. Es protectora de los leprosos, de quienes sufren enfermedades bacterianas y de las víctimas de la tortura –por su martirio- y se la invoca contra los malos espíritus y tempestades.
ORACIÓN
Oh santa Agripina, que estás en cielo junto al trono del Señor, mira la gracia de la gente que viene y reza ante tu imagen pura, pidiendo tu ayuda, extiende al Señor tus santas oraciones por nosotros y solicita perdón por nuestros pecados; implora al Señor que nos dé a todos un fallecimiento cristiano y una respuesta amable a su terrible juicio; y que también podamos ser misericordiosos y glorificar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
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