Buenos días. Hoy la Iglesia nos invita a escuchar la palabra de Cristo y encontrar la libertad al vivirla. Es la experiencia que viven en la primera lectura Sidrac, Misac y Abdénago, que confían en Dios y obedecen sus palabras antes que las palabras mundanas, y por eso quedan liberados del tormento y del fuego. Jesús ha venido del Padre para que todo el que está viviendo en la Verdad quede libre del pecado y del mal. Escuchemos y sigamos sus palabras que nos dan la vida eterna. Seamos buenos y confiemos en Dios, que es Santo, Santo, Santo.
1ª Lectura (Dan 3, 14-20.91-92.95): En aquellos días, el rey Nabucodonosor dijo: «¿Es cierto, Sidrac, Misac y Abdénago, que no teméis a mis dioses ni adoráis la estatua de oro que he erigido? Mirad: si al oír tocar la trompa, la flauta, la cítara, el laúd, el arpa, la vihuela y todos los demás instrumentos, estáis dispuestos a postraros adorando la estatua que he hecho, hacedlo; pero, si no la adoráis, seréis arrojados inmediatamente al horno encendido, y ¿qué dios os librará de mis manos?». Sidrac, Misac y Abdénago contestaron al rey Nabucodonosor: «A eso no tenemos por qué responderte. Si nuestro Dios a quien veneramos puede librarnos del horno encendido, nos librará, oh rey, de tus manos. Y aunque no lo hiciera, que te conste, majestad, que no veneramos a tus dioses ni adoramos la estatua de oro que has erigido». Entonces Nabucodonosor, furioso contra Sidrac, Misac y Abdénago, y con el rostro desencajado por la rabia, mandó encender el horno siete veces más fuerte que de costumbre, y ordenó a sus soldados más robustos que atasen a Sidrac, Misac y Abdénago y los echasen en el horno encendido. Entonces el rey Nabucodonosor se alarmó, se levantó y preguntó, estupefacto, a sus consejeros: «¿No eran tres los hombres que atamos y echamos al horno?». Le respondieron: «Así es, majestad». Preguntó: «Entonces, ¿cómo es que veo cuatro hombres, sin atar, paseando por el fuego sin sufrir daño alguno? Y el cuarto parece un ser divino». Nabucodonosor, entonces, dijo: «Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago, que envió un ángel a salvar a sus siervos, que, confiando en él, desobedecieron el decreto real y entregaron sus cuerpos antes que venerar y adorar a otros dioses fuera del suyo».
Salmo responsorial: Dn 3
R/. A ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres. Bendito tu nombre, santo y glorioso.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria.
Bendito eres sobre el trono de tu reino.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos.
Bendito eres en la bóveda del cielo.
Versículo antes del Evangelio (Lc Cf. Lc 8, 15): Bienaventurados los que con corazón bueno y muy sano retienen la palabra de Dios, y llevan fruto en paciencia.
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