viernes, 17 de mayo de 2019

CANTO A LA GLORIA DEL AUTOR DEL UNIVERSO (Louis Racine)

(Del primer canto del poema "La Religión" de 1742)

Sí, este es un Dios oculto, a quien conviene
solo creer. Por más que esté ocultado,
para ensalzar su gloria ¡qué testigos
tan patentes presenta ante mis ojos!
Responded cielo, hablad mares, y tierra:
¿Qué brazo habrá que pueda suspenderos
estrellas refulgentes y sin cuento?
Noche brillante, dime, quién te ha dado
esos opacos velos. Cielos bellos,
¡qué majestad tenéis, y qué grandeza!
Reconozco en vosotros, con asombro,
un Señor, a quien nada le ha costado
sembrar la luz en este nuestro valle,
así como en los campos siembra el polvo.
¡Oh tú, admirable antorcha luminosa,
que anuncias los reflejos de la aurora,
astro que eres el mismo y siempre nuevo!
¿Por qué orden, sol hermoso, de las ondas
sales a darnos tan fecundas luces?
Cada día te espero, y siempre vuelves.
¿Acaso yo te llamo, o en tu esfera
arreglo con mi impulso tu carrera?
Y tú, terrible mar, cuyos furores
quieren tragar la tierra, ¿qué potencia
te refrena en tu centro tan profundo?
Por romper tu prisión haces en vano
repetidos esfuerzos: mas tu ira
al llegar a tus límites espira.

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