En el piso más humilde
del callejón de la Cera
canta una madre cual canta
un pájaro en primavera.
Canta una hermosa canción,
la de "El niño y la nodriza",
abrazando al tierno hijo,
que las lágrimas olvida.
Su pobre esposo está herido,
tendido sobre una estera,
pues ya vendieron la cama
por sacar el hambre fuera.
Mantas, sábanas y abrigos
hace días que no tienen;
una les queda tan solo,
que empeñarán, si no venden.
Para comer, nada tienen;
en el hogar ya no hay leña;
y, como no es menester,
también el furgón se empeña.
El niño no tiene cuna,
la madre no tiene silla,
pero canta como un pájaro,
mientras el hombre suspira:
"¿Por qué -le dice el marido-,
por qué tan alegre cantas,
cuando aquí solo hay tristezas
y penas tenemos tantas?
Si tuvimos abundancia
de joyas y de monedas,
hoy tan solo por consuelo
la Cruz de Cristo nos queda.
Jamás trabajar podré;
crece mi mal cada día,
y me voy hacia la muerte;
y, ¡ay!, me voy en compañía.
Y nuestro hijo, ¿qué hará
solo, sin padre ni madre?
¿Habrá algún árbol para él
que con su sombra lo ampare?
¿Y tú cantas? ¡Dios me valga!
¿Quieres que el dolor se ignore?
¿Por qué cantas, amor mío?..."
"¡Para que el niño no llore!".
De la obra "Caridad".
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