Canuto el Grande, rey de Inglaterra, al ejemplo de sus predecesores, que se habían hecho llamar señores y dominadores del mar, se dice que resolvió tomar un día posesión de este título solemnemente, a fin de que en lo sucesivo no se le pudiese contrastar esta cualidad.
Persuadiéndose de que no podría hacer este acto más auténtico que obligando al mar mismo a venir a rendirle vasallaje como a su soberano, en tiempo de la marea hizo levantar un trono en la playa de Southampton.
Allí, con manto real y la corona sobre la cabeza, cuando el mar comenzó a acercarse a él, le habló de este modo: "Sabe que eres mi súbdito, que la tierra donde yo estoy es mía, y que hasta aquí nadie ha sido rebelde a mi voluntad; y así te mando que habites donde estás, sin pasar más adelante, ni osar acercarte a tu señor".
Apenas acabó estas palabras cuando una ola derribó el trono y, mojándolo desde los pies hasta la cabeza, le enseñó el concepto que debía hacer sobre la obediencia de este elemento: Los reyes pueden mandar a los hombres, pero el mar no obedece más que a Dios.
(Según algunos autores, con esta acción Canuto quiso hacer ver a sus vasallos cuan superior poder es el de Dios al de los más grandes reyes).
No hay comentarios:
Publicar un comentario