¡Buenos días!
Cuando decimos que queremos «hincarle el diente» a algo, significa que queremos aprovecharlo al máximo, sacarle todo el provecho, exprimir todo lo posible. Muchas veces el mundo nos enseña a “hincarle el diente” al éxito, al poder, a la fama, lo que da beneficio personal. Hoy la Palabra de Dios nos invita a mirar de cerca una gran diferencia: entre la sabiduría del mundo y la sabiduría de Dios. ¿A qué le estamos hincando el diente en nuestra vida? Pidamos que sea a “vivir sirviendo”, porque “el que no vive para servir, no sirve para vivir”.
Dios te bendiga
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 9, 30-37
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará».
Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?».
Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».
Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».
Todos nosotros alguna vez en la vida hemos sentido el afán de superación, el deseo de ser el primero, el sueño de triunfar o tener éxito en la vida, y en principio esas aspiraciones son buenas, el problema está en los medios que utilizamos para alcanzar esas metas.
Jesús nunca dijo que no debamos aspirar a ser los primeros, al contrario, nos invita a serlo, pero nos señala el único camino humano y humanizador para llevarlo a cabo: el AMOR y el SERVICIO.
Y como buen maestro y experto en imágenes claras acude a la imagen de un niño y lo muestra como ejemplo de lo que quiere de ellos. Y sencillamente porque en ellos vemos: el alma abierta , los ojos limpios, la capacidad de disfrutar de cada momento como un regalo, la ausencia de malicia.... y a esas actitudes positivas añade la capacidad de ser el último y de acoger a cualquiera como se acoge a un niño: sin doblez y con amor total y desinteresado.
Y es que para Jesús lo que importa no es quién manda, lo que importa es la santidad, el amor...
(Nadie se acuerda de quién mandaba o gobernaba en los tiempos de Teresa de Jesús o Francisco de Asís..., sin embargo nadie se olvida de ellos por su sencillez y humildad).
Se trata, pues, de un cambio de mentalidad, se trata de considerar privilegiado no al que es servido sino al que sirve, no al que es amado, sino al que ama.
El Amor es algo que cuanto más se da más te llena..., el odio o cualquier mal es algo que mientras más se ejercita más vacío y sin sentido te deja.
Y no olvidemos que a la hora de entrar en el Reino de los cielos los últimos y los que se hagan como ellos serán los primeros.
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