Buenos días. Hoy el evangelio de san Lucas nos muestra la necesidad de oración de los discípulos. Jesús enseña la oración, pedir al Padre con confianza, descubrir la importancia del hermano y ponernos en las manos providentes de Dios que quiere lo bueno, pidiendo que nos ayude frente al mal. Recemos sin cansarnos. Seamos buenos y recemos a Dios en toda ocasión.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 1-4
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en la tentación"».
Señor Jesús, ¡enséñanos a orar! Enséñanos a orar cuando vemos que en nuestro mundo no cesan los conflictos, las guerras, la violencia y las amenazas de nuevas contiendas.
Enséñanos a orar ante tanta falta de dignidad, ante tantos desplazados, ante tantos campos de refugiados normalizados, ante tantos seres humanos que no tienen nada.
Enséñanos a orar cuando la economía lo gobierna todo, lo decide todo, lo controla todo, lo impone todo, lo arrasa todo en nombre de una sociedad de bienestar sólo para unos pocos.
Enséñanos a orar porque no nos salen las palabras, porque nos cuesta encontrar en todo el día un hueco de cinco minutos para hacer silencio, contemplarte y frente a frente decirnos y pedir que nos escuches, nos acojas, nos abraces y sintamos que nos quieres como hijas e hijos.
Enséñanos a orar y que en nuestra oración haya lugar para los últimos, para los primeros, para los que nos amenazan, para los que hacen el bien, para tus ministros, para los justos y los injustos, para los que nos tientan y los que caemos en la tentación, para los que pecamos y para aquellos que nos deben algo, para los que sufren la guerra, la intolerancia, la injusticia, el hambre y el descarte.
Enséñanos a orar, Señor Jesús. Enséñanos a decir “Padre nuestro” y a vivir con hondura nuestra filiación y la fraternidad a la que nos llamas cada mañana.
Así te lo pido. Así sea.
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