¡Oh María! ¡Madre mía!
¡Oh consuelo del mortal!
Amparadme y llevadme
a la patria celestial.
Con el Ángel de María
las grandezas celebrad,
transportados de alegría
sus finezas publicad.
Salve, júbilo del Cielo,
del Excelso dulce imán;
salve, hechizo de este suelo,
triunfadora de Satán.
Quien a ti ferviente clama
halla alivio en el pensar,
pues tu nombre luz derrama,
gozo y bálsamo sin par.
De sus gracias tesorera
te ha nombrado el Redentor;
con tal Madre y Medianera,
nada teme el pecador.
Pues te llamo con fe viva,
muestra, oh Madre, tu bondad;
y a mí vuelve compasiva
esos ojos de piedad.
Jardín halle de dulzuras
en mi pecho el Hacedor,
en él broten flores puras,
frutos de tu santo amor.
Hijo fiel, quisiera amarte,
y por ti solo vivir,
y por premio de ensalzarte,
ensalzándote morir.
Del Eterno las riquezas
por ti logre disfrutar,
y contigo sus finezas
mil y mil siglos cantar.
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