Padre nuestro, que estás en las flores, en el canto de los pájaros, en el corazón latiendo, que estás en el amor, la compasión, la paciencia, y en el gesto del perdón.
Padre nuestro, que estás en mí, en mi familia, en mis amigos, que estás en ese que yo amo, en ese que me hiere, en aquel que busca la verdad.
Santificado sea tu Nombre adorado y glorificado, por todo lo que es bello, bueno, justo, honesto, de buen nombre y misericordioso.
Venga a nosotros tu reino de paz, justicia, fe, luz y amor. Sé el centro de mi vida, de mi hogar, de mi familia, de mi trabajo, de mi estudio...
Hágase tu voluntad, aunque mis ruegos reproducen a veces más mi orgullo, mi ego, que mis necesidades reales.
Perdóname todas mis ofensas, mis errores, mis faltas, mis pecados y ofensas contra Ti, contra mí mismo y contra los que me rodean; perdona cuando se vuelve frío mi corazón.
Perdóname, así como yo, con tu ayuda, perdono a aquellos que me ofenden, incluso cuando mi corazón está herido.
No me dejes caer en las tentaciones de los errores, de los vicios, la crítica, el juicio, el chisme, la envidia, la soberbia, la destrucción, el egoísmo...
Y líbrame de todo mal, de toda violencia, de todo infortunio, de toda enfermedad.
Líbrame de todo dolor, tristeza, angustia y desilusión.
Pero, aun si tales dificultades ves que son necesarias en mi vida, que yo tenga la fuerza y el coraje de decir: ¡Gracias, Padre, Señor Rey del Universo por esta lección!
Que así sea.
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