Después de nacer, el hombre recibe de Dios un ángel guardián que lo acompañará durante la vida, protegiéndolo y comunicándole buenas inspiraciones. Si la persona vive según la Ley de Dios, al punto de santificarse e ir directamente al Cielo, el Ángel de la Guarda la conducirá a ese lugar bendito. Si, en otro caso, y lo que es más probable, precisa purificarse en el fuego del Purgatorio, el Ángel la conducirá después al Paraíso Celestial. O, en caso contrario, si hubiese rechazado sus inspiraciones y buenos movimientos, condenándose del todo para siempre, la abandonará a las puertas del infierno.
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