Oh Virgen María, tú que conviertes tristezas en felicidad, desdichas en bendiciones, congojos en bienestar, te pedimos que de ahora en adelante nos protejas de los peligros que nos envuelven. Que tu manto sea el gran escudo que necesitamos para salir airosos. Te lo pedimos por los méritos de tu Hijo Jesús. Amén.
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