¡Oh Corazón sacratísimo de Jesús, santuario de las almas puras, fuente de bondad y de gracias, soberano bien de mi alma, el más augusto, digno y amable de todos los corazones! Tú eres toda mi esperanza; solo quiero vivir y morir en Ti.
Recibe, oh Jesús, mi corazón, perdona mi ingratitud y concédeme que hasta mi último suspiro sea víctima de tu divino amor. Amén.
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