De los enemigos del alma, sálvame.
En mis desaciertos, ilumíname.
En mis dudas y penas, confórtame.
En mis soledades, acompáñame.
En mis enfermedades, fortaléceme.
Cuando me desprecien, anímame.
En las tentaciones, defiéndeme.
En las horas difíciles, consuélame.
Con tu corazón paternal, ámame.
Con tu inmenso poder, protégeme.
Y en tus brazos al expirar, recíbeme.
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