Gracias, Señor, por esta agua que llega
del aire hasta los campos,
hasta el bosque y el huerto;
gracias por tu palabra que riega este desierto
del alma, prometiendo las horas de la siega.
Gracias por tanta gracia, tanta cuidada entrega,
por el sol que calienta este corazón yerto;
gracias por estas flores primeras que han abierto
ojos de luz a tanta claridad honda y ciega.
Gracias porque te he visto latiendo en los bancales,
favoreciendo, urdiendo los tiernos esponsales
del verdor con la tierra, la rosa con la rama.
Gracias porque me enseñas a ser en lo que era
al olvidar mis estiajes en esta primavera;
gracias porque es llegado el tiempo del que ama.
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