Señor, sabes que soy de barro y en algún momento caeré. Seguramente el pecado me alejará de Ti. Por eso te pido: "que pierda todo menos tu amistad".
Eres mi mejor amigo, ¿cómo podría perderte? Sé que no siempre hago lo que debo. Aun así, procuro seguirte. Créeme, Señor, lo intento. Pero ya ves, soy tan débil, tan frágil. Y temo perderte.
Hoy me he acercado a Ti, arrepentido, desolado, para mirarte a los ojos y decirte que te quiero.
Pero has sido Tú quien me ha mirado a los ojos. Con tanta ternura, con tanto amor, que me ha salido del alma este grito: "Señor, que pierda todo menos tu amistad".
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