Cuando yo la conocí
sería la primavera:
por lo feliz que yo fui,
por lo que ella me dijera,
por la dicha y la pasión que yo sintiera.
Cuando yo me enamoré
sería entrado el verano:
que entonces yo la besé,
tomándola de la mano,
como besa a su princesa el cortesano.
Cuando yo la pretendí
de otoño andaba vestida:
con su blusa carmesí
y a su cintura, ceñida,
una falda muy graciosa y atrevida.
Cuando ella me abandonó
supe llegado el invierno:
que el día en que me dejó,
sin brújula y sin gobierno,
sentí que el cielo era ella.
Lo demás era el infierno.
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