martes, 31 de enero de 2023

MEDITACIÓN MARTES IV TIEMPO ORDINARIO A - SAN JUAN BOSCO (P. Damián Ramírez)

Lectura del santo evangelio según san Marcos 5, 21-43

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor y se quedó junto al mar.
Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
«Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva».
Se fue con él y lo seguía mucha gente que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando:
«Con solo tocarle el manto curaré».
Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la gente y preguntaba:
«Quién me ha tocado el manto?».
Los discípulos le contestaban:
«Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: “Quién me ha tocado?”».
Él seguía mirando alrededor, para ver a la que había hecho esto. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que le había ocurrido, se le echó a los pies y le confesó toda la verdad.
Él le dice:
«Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad».
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:
«Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?».
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:
«No temas; basta que tengas fe».
No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo:
«¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta; está dormida».
Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:
«Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).
La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor.

Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña. 




"No temas; basta que tengas fe" (Mc 5,21-43) 

Señor Jesús, necesito oír que me dices al oído esas palabras tuyas. Dime en esta mañana "no temas, basta que tengas fe". Porque estoy lleno de dudas y de miedos, porque siento que solo no puedo y porque se me hace difícil seguirte. 

Señor Jesús, necesito saber que donde yo no llego tú me esperas. Necesito sentir que mis heridas y mis cicatrices Tú las acaricias y las acoges con misericordia. Necesito que a mi falta de voluntad, a mi ausencia de escrúpulos y a mi mediocre seguimiento me salgas al paso y me hagas convertir mi corazón. 

Señor Jesús, si basta que tenga fe, dame fe, aumenta mi fe, fortalece mi fe, fundamenta mi fe, alimenta mi fe. Dame una fe sencilla, desapropiada, de andar por casa. Acompaña mi fe chiquita, haz que conozca a tus testigos y que aprenda de ellos a orar sencillamente. 

Así te lo pido. Así sea.




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